El ex-jugador chileno, entrevistado por el Magazine Kaiser Football en su número 51, habló sobre «el partido que nunca existió«.
Ocurrió el 21 de noviembre de 1973 en el tristemente famoso Estadio Nacional de Chile. Allí los chilenos debían de haber disputado el encuentro de vuelta de repesca para el Mundial de 1974 contra la URSS. Por esa época en Santiago, y en todo el país, dominaba la dictadura de Pinochet tras el Golpe de Estado que acabó con la vida de Salvador Allende apenas un par de meses atrás.
Tras este nefasto hecho, el Estadio Nacional de Chile se convirtió en un improvisado campo de concentración dónde fueron asesinados y torturados miles de personas por sus pensamientos políticos. Para darse cuenta de la dimensión de aquella «caza de brujas», la Cruz Roja llegó a contabilizar a más de siete mil detenidos en tan sólo un día.
Tan sólo 72 horas después de que el poeta Pablo Neruda muriera entonando un desgarrador cántico por sus amigos y por su país: «Me los están matando, me los están matando«, se jugaba en Moscú el encuentro de ida de aquella repesca entre ambos países con un resultado final de 0 a 0.
Llegó la fecha del partido de vuelta y para entonces todo el mundo ya sabía de los atroces acontecimientos que estaban ocurriendo en el mismo lugar dónde se jugaría el partido. Es por ello que la URSS decidió no ir a jugar a Chile, para explicar las razones emitieron un comunicado en el que destacaba:
Por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos
La FIFA miró para otro lado y apeló al reglamento de la competición. Si la URSS no se presenteba a jugar el partido, Chile disputaría el próximo Mundial.
Aprovechando las circunstancias, Pinochet montó una pantomima. Se adecuó la cárcel represiva para la situación y el Estadio Nacional volvió a ser un estadio. El dictador montó todo una demostración de patriotismo aquél día: banderas, himnos, publico… Todo para recibir a la selección nacional que jugaría el partido sin rival.
El circo continúo y el «partido» se celebró. Sin rival los 11 jugadores chilenos sacaron de centro y sin ninguna oposición marcaron un gol simbólico. El gobierno se preocupó mucho de que aquello fuera la representación de la derrota del comunismo.
Carlos Caszely «jugó» aquél partido, era uno de los 11 jugadores que participó en aquella maniobra propagandista:
Aquello fue un teatro de lo absurdo. Era un show montado para que la gente celebrara algo en ese momento, dentro de lo que se podía llamar celebrar. Nunca tuvimos explicación lógica, y preguntamos muchas veces por qué teníamos que hacer eso.
Con todo ello, el delantero no se negó a participar de aquella pantomima. En sus palabras siempre trata de distinguir política y fútbol:
Fui actor principal. Nosotros fuimos representando a nuestro pueblo, no al gobierno. La gente que no podía hablar se me acercaba en Chile y me pedía que lo hiciera bien para que pudiera tener voz. El fútbol para mí era el desahogo de todo un pueblo.
Cómo mayoría de chilenos, también tenía amigos en aquél estadio destinado a ser un campo de concentración:
Tenía amigos en el campo de concentración. Por ejemplo ahí dentro estaba Hugo Lepe, jugaba en Colo-Colo y en la selección, ya estaba retirado, era arquitecto. Wladimiro Mimica también estaba dentro, uno de los grandes comentaristas de los setenta y ochenta, era el número uno.
Sentía una impotencia muy grande por la gente que estaba allí. Y hay que mirar las dos situaciones. Me lo contaba Wladmiro Mimica: los soldados tenían 18 o 19 años, estaban asustadisimos también. Había gente que lograba meter comida escondida por medio de estos soldados, que con sus 18 años miraban asustados todo lo que estaba pasando. A ellos les decían que había una guerra. ¿Guerra de qué? Del pensamiento contra las armas. La guerra más desigual que pueda existir en el mundo.
Por último, Caszely no logra entender la posición de Rusia de no acudir a aquél partido:
No entendí la posición de la URSS porque nosotros si fuimos a jugar allí bajo todos los riesgos imaginables. Fuimos a Rusia dos semanas después del Golpe de Estado. Tanto a mí cómo a Elías Figueroa en Rusia nos tuvieron desde las doce de la noche hasta las cuatro de la madrugada a cuatro grados bajo cero. No nos dejaban entrar. Lo consideramos un amedrentamiento futbolístico
Yo creo que la selección nacional representa al pueblo y no al gobierno, que en ese momento era una dictadura. Por eso no entiendo por qué ellos no vinieron a jugar a Chile. Creo que es una cuestión más futbolística. No querían ser vapuleados en ese aspecto.
Toda la entrevista a Carlos Caszely, en el número 51 de la revista Kaiser Football.