El pasado 30 de diciembre, la RFEF (Real Federación Española de Fútbol) tomó la drástica decisión de expulsar al equipo levantino del grupo III de la categoría de bronce del fútbol español. Tras esta medida existe un plazo de diez días para presentar un recurso, algo que casi seguro no ocurrirá debido al vacío de poder existente en la entidad. Esto llevará irremediablemente al club fundado en junio de 2011 a su desaparición.
Esta sociedad dio sus primeros pasos ocupando directamente un puesto en segunda división “B” aprovechándose varios descensos administrativos. Un proyecto incialmente ‘ilusionante’ que en apenas 5 años se ha mostrado insolvente tras incumplir con su obligación de pagar a árbitros y a sus propios empleados, los cuáles no han cobrado desde el mes de agosto.
Corta vida para una institución que ya preveía inestabilidad en el momento que se trasladó a Torrente al poco de iniciar sus andaduras en la ciudad de Manises. Ante la imposibilidad de jugar en ningún campo de la capital, se tomó la decisión de ir buscando estadios con más capacidad, algo clave para no lograr más afición.
Según informa ‘Las Provincias’ la situación era tan delicada que ni siquiera había liquidez para comprar agua en los entrenamientos. De hecho, los propios jugadores se habían hecho cargo de lavar la ropa de los entrenamientos y partidos visto que el equipo no se hacía cargo.
‘El artículo 80 del Código Disciplinario de la Federación Española es concluyente e indica que si un club incumple por cuarta vez el pago arbitral será expulsado de la competición. La sociedad ya fue sancionada con dos puntos como primera sanción’.
Esta es la situación de una entidad surgida de la nada, creada por unos inversores caprichosos que desaparecieron tras no conseguir el ascenso a segunda división la temporada pasada. Meses más tarde, debido al antojo de esos empresarios, numerosas familias quedan en una situación complicada con la desaparición del Huracán.
El presidente anterior, Antonio Hernández, transfirió la sociedad a dos propietarios que no han cumplido ni una sola de las promesas presentadas al llegar. No han pagado las nóminas ni a la primera plantilla, ni a sus empleados y han dejaron morir a equipo con una dejadez que ha acabado con la expulsión del club de la competición. Carlos Sanchís y Tomás García, empresarios vinculados a importantes gasolineras en Valencia, se hicieron cargo de un proyecto que han acabado arruinando salvo milagro inesperado en los últimos días.
Fuente | Las provincias